Carmilla by Joseph Sheridan Le Fanu

Carmilla by Joseph Sheridan Le Fanu

autor:Joseph Sheridan Le Fanu
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Terror
publicado: 1872-01-01T05:00:00+00:00


La búsqueda

Al ver la habitación, perfectamente intacta salvo por nuestra violenta entrada, empezamos a enfriarnos un poco, y no tardamos en recobrar el buen sentido lo suficiente para ordenar a los sirvientes que se fueran. A Mademoiselle se le ocurrió que, posiblemente, Carmilla se habría despertado con el estruendo en su puerta, y, en su pánico inicial, había saltado de la cama, y se había ocultado en un armario, o detrás de una cortina, de donde no podía salir, naturalmente, hasta que el mayordomo y sus secuaces se hubieran retirado. Recomenzamos pues nuestra búsqueda, y empezamos de nuevo a llamarla por su nombre.

Nada sirvió de nada. Nuestra perplejidad y nuestra inquietud aumentaron. Examinamos las ventanas, pero estaban cerradas. Imploré a Carmilla para que, si se había escondido, no prolongara aquella broma cruel, para que saliera y pusiera fin a nuestra ansiedad. De nada valió. Yo estaba ya por entonces convencida de que no estaba en su habitación, ni en la antecámara, cuya puerta estaba también cerrada con llave por aquel lado. No podía haberla cruzado. Yo estaba absolutamente desconcertada. ¿Habría descubierto Carmilla uno de esos pasadizos secretos que, según el ama de llaves, se sabía que existían en el schloss, aunque se había perdido la tradición de su situación exacta? No pasaría mucho rato sin que, sin duda, se explicara todo, por desconcertados que, por el momento, estuviéramos.

Eran más de las cuatro, y preferí pasar las horas de oscuridad que quedaban en la habitación de Madame. La luz del día no aportó ninguna solución al problema.

Toda la casa, con mi padre en cabeza, se encontraba la mañana siguiente en estado de agitación. Todos los rincones del château fueron investigados. Se exploró el suelo. No pudo descubrirse el menor rastro de la dama desaparecida. Estábamos a punto de hacer dragar el riachuelo. Mi padre estaba trastornado: ¿qué historia le contaría a la madre de la pobre muchacha cuando volviera? También yo estaba fuera de mí, aunque mi pesadumbre era de una especie completamente distinta.

Transcurrió la mañana en la alarma y la confusión. Era ya la una, y seguía sin haber noticias. Corrí a la habitación de Carmilla, y me la encontré frente a su tocador. Me quedé atónita. No podía creer a mis ojos. Me llamó con señas de sus lindos dedos, en silencio. Su rostro expresaba un miedo extremo.

Corrí hacia ella en un éxtasis de alegría. La besé y abracé una y otra vez. Corrí a la campanilla y la hice sonar furiosamente, para que los demás vinieran y aliviar de inmediato la inquietud de mi padre.

—¡Querida Carmilla! ¿Qué ha sido de ti todo ese tiempo? Estábamos angustiados al máximo contigo —exclamé—. ¿Dónde has estado? ¿Cómo has vuelto?

—La pasada noche ha sido una noche de prodigios —dijo.

—Por el amor de Dios, explica todo lo que puedas.

—Eran más de las dos —dijo— cuando me puse en cama para dormir, como de costumbre, con las puertas cerradas con llave, tanto la de la antecámara como la que se abre al pasillo. Dormí



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